Parece incrementarse la presión sobre la educación para alcanzar resultados satisfactorios, medidos en pruebas internacionales. Esto suele conllevar reformas en currículos, organización y políticas de profesorado, centro de las críticas de esos reformadores. Las tendencias dominantes reclaman un docente obediente y sumiso a dictados externos, frente a una realidad educativa que requiere un profesorado comprometido con su entorno.