La práctica psicomotriz ofrece un marco eficaz para facilitar la evolución de la agresividad, dejando que se exprese en un contexto de seguridad, acompañando su progresión hacia un contexto simbólico o reglado, y, finalmente, a través de medios plásticos y del lenguaje. Aunque es una práctica concebida para desarrollar en el primer septenio, sus principios se pueden aplicar también con niños y niñas más mayores o adolescentes.