Tener una enfermedad crónica implica unas lógicas limitaciones físicas y cambios en la vida cotidiana, al que se añaden el posible dolor y sufrimiento físico y una serie de aspectos psicológicos añadidos: angustia, inseguridad, una nueva vivencia del cuerpo. Todo ello tiene una clara repercusión en la relación entre el niño o niña y la escuela.