En la industria alimentaria, el análisis sensorial es a día de hoy una herramienta muy valiosa en la búsqueda de la calidad. Un alimento no pasa solo por ser seguro para el consumidor sanitariamente hablando, sino que además debe poseer unas características organolépticas bien aceptadas. El olor, la textura y el sabor son puntos clave en la satisfacción del que compra, muchas veces más allá de lo que le cueste.