Muchas veces, los docentes vivimos nuestra vida laboral como algo que es inamovible, algo que ya nos viene dado, imposible de cambiar; esto nos obliga a realizar la tarea educativa con un gran esfuerzo. Sentimos que se nos demanda demasiado, que se crean unas expectativas excesivas sobre nosotros. Mantenemos el tipo como podemos, procurando evitar el fantasma del desánimo y de la depresión. En ocasiones es una lucha contra todo y contra todos: la dirección del centro, más de un compañero, los padres, algún que otro alumno y, cómo no, nosotros mismos. Y además, por encima de todo hem…
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