El artículo plantea la necesidad de introducir cambios en la organización para que la innovación educativa sea posible en tiempos de complejidad. Para ello invita a desaprender las prácticas del liderazgo administrativo centradas en la prescripción y el control, substituyéndolas por la creación de nuevos espacios para el diálogo, el aprendizaje conjunto, la creatividad y la colaboración.