La escuela es, o debería ser, un lugar de encuentro, un espacio, un tiempo de concurrencia entre las biografías todavía a medio escribir de los niños y niñas y las biografías más extensas de los adultos. Encuentro entre el descubrir y lo ya recorrido; encuentro entre la perplejidad que genera el roce con lo ignorado y lo sabido, y también, cómo no, encuentro entre los presentes y los ausentes.