El fantasma blanco
Un día, cuando mi hijo Alex tenía unos cuatro o cinco años, después de haber observado, supongo, cómo yo jugaba al ajedrez con alguna otra persona, tomó un tablero y unas fichas que había en casa y me preguntó, con espontaneidad y alegría: <br/>–¿Jugamos?
Fuimos colocando las figuras, él eligió las blancas, yo, las negras, y brevemente le fui mostrando los movimientos de algunas piezas.
En esa época, a menudo, cuando Alex advertía que iba perdiendo fichas, transformaba el juego de reglas en un juego simbólico, reuniendo todas las piezas en un extremo del tablero, y c…