Todo empezó cuando Olga se atrevió a decir en una conversación sobre los miedos, que su miedo más grande no era miedo, sino vergüenza. Tenía vergüenza de ser “demasiado presumida”. Notaba que por ahí se podía ir yendo a un terreno resbaladizo, porque, según explicaba: -“A mí me gusta mi pelo, y todo lo mío bastante, pero no quiero volverme demasiado presumida…”. De todas formas, no era la primera vez que la palabra “presumida” salía a relucir en el grupo. Como insulto o queja de unos hacia otros, que se excedían en su autoestima y convertían en chulería el ser presumido, c…