En este capítulo se pone de relieve el reto último de cualquier organización del trabajo escolar: procurar que los itinerarios de formación sean individualizados sin que ello genere mayores desigualdades. Esto requiere que el sistema educativo y el profesorado tomen el control de los procesos que contribuyen a la individualización incontrolada de los itinerarios de formación, tanto entre centros escolares como entre clases y en el seno de una misma clase.