Tanto la cultura como la educación han sido construidas a lo largo de la historia desde una perspectiva androcéntrica. Es decir, de hecho coexisten dos formas culturales, la que se ha transmitido a las mujeres, que no era considerada como cultura y que cuando ha formado parte del sistema educativo lo ha sido desde una posición marginal, y la que se ha transmitido a los hombres, que se ha considerado “la cultura” por excelencia, la única posible y por tanto la que debe tener un carácter universal. Los grados de exclusión o de inclusión de las mujeres en la cultura dominante masculina,…