La alegría es uno de los motores del desarrollo del niño, garante de su autorregulación emocional. Educar la alegría de forma sistemática y consciente contribuye a generar niños y niñas fuertes emocionalmente. Para lograrlo, los adultos deben cultivar la consciencia corporal y los niveles de intimidad, y generar un entorno de seguridad a través de su afectividad consciente.