En este capítulo se plantea una perspectiva pedagógica donde es de crucial importancia el establecer tiempos y espacios para trabajar la interioridad desde el cuidado de uno mismo hasta el cuidado de los demás, es decir, lo que se ha llamado cuidado ético. En él se realiza una profunda reflexión sobre la necesidad de potenciar la cultura del ser en lugar de la del tener, generando así iniciativas que se adentran en los terrenos de la interioridad.