Un excelente director escolar y buen amigo explicaba su quehacer cotidiano en un centro educativo de gran tamaño mediante un símil algo pintoresco, pero de indudable valor didáctico. Se veía a sí mismo atareado en la salita en que tenía instalada su mesa de trabajo, siendo visitado frecuentemente y a cualquier hora por muchos de los docentes y también por otros profesionales vinculados al centro. Describía a unos y otros como personas, sin duda preocupadas por su trabajo, que iban entrando en el despacho con el deseo de hablar con él en un estado tal que parecían estar invadidas p…