La utilización del juego en el aula tiene una larga tradición, cuya reconstrucción requeriría más espacio del que aquí tenemos. Quizá los más decididos defensores de esta práctica educativa en el pasado fueron los pedagogos filantropistas alemanes del siglo XVIII. Esta corriente educativa, que encontró en J. B. Basedow, H. Campe y E. Ch. Trapp sus más conocidos ideólogos, vio en el juego la manera de recuperar para el aula las ventajas que ofrece la calle y poder combinarlas y hacerlas intercambiables con las ventajas propias del estar sentado y del aprender (Elschenbroich, 1979).
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