Los clásicos tienen que estar al alcance de los niños y de los jóvenes para evitar que sean lectura para unos pocos y, por tanto, con una eficacia reducidísima. La forma de abrir esos libros a todos los públicos es adaptarlos; pero toda adaptación tiene que ser fiel al original y mantener su atractivo. Algunos ejemplos mostrarán su actualidad, y cómo la diversión se mezcla en ellos con el aprendizaje.