En el camino del desarrollo personal, vivir conscientemente con niños y niñas es una segunda oportunidad que nos brinda la vida para acercarnos a la persona que podemos llegar a ser. Permitirnos este reto nos lleva a mirar al niño desde un plano de igualdad, a verlo como a alguien que crece con nosotros. Aceptarlo implica asumir que, como educadores, no podemos educar más allá de nuestros propios límites.