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Entonces, ¿qué hacer?

Las ciudades se han vuelto hostiles para sus propios habitantes, insolidarias y carentes de hospitalidad. Los automóviles son ya los amos de las grandes urbes, una fuente de amenazas, de contaminación acústica y atmosférica, de vibraciones y de ocupación del suelo público. Las calles son peligrosas, pero en estas metrópolis debemos vivir, y especialmente quienes tienen hijos sienten a menudo la necesidad y la urgencia de encontrar soluciones. Este capítulo presenta dos posibles caminos para paliar esta situación: la defensa cívica y la participaciónciudadanas.

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