Este epílogo cierra la obra reflexionando sobre la importancia de que la escuela no solo sea el lugar del singular y el plural, sino a su vez, el del singular que está inscrito en el plural. Las artes siempre son plurales y la soledad durante el proceso de creación es uno de sus rasgos distintivos. Finalmente, se destaca la importancia del placer que genera el conocimiento como la herramienta más útil de todo proceso educativo.