En este capítulo se describe la importancia que tienen los espacios que habitamos en nuestro funcionamiento cerebral y en nuestra interacción en él, poniendo de relieve los beneficios del contacto con la naturaleza y los espacios abiertos en los procesos de aprendizaje. Se defiende la idea de que nuestro cerebro ha evolucionado a lo largo del tiempo en contacto directo con la naturaleza y los elementos naturales, por lo que, al dar respuesta a nuestro diseño evolutivo, su uso en los entornos de aprendizaje es altamente beneficioso.