Experimentar por placer y, por tanto, descubrir y aprender con este motor debería ser lo que empujara a niños y niñas y adultos en el proceso educativo. En estas líneas, la autora comparte experiencias en las que el adulto es el responsable de velar por la motivación y la alegría de los niños y niñas en su propio proceso de aprendizaje, no solo dentro del aula, sino en contacto directo con el mundo que les rodea.