Funes explica de sí mismo que no se cansa de escuchar a los adolescentes: le interesan, le mueven, una diría que verdaderamente le apasionan. Si algo distingue sus planteamientos, es la tozudez de querer comprender a los jóvenes y a sus causas, y la crítica a las soluciones fáciles y cerradas, a las sentencias sobre los jóvenes y a las incoherencias que exhibimos los adultos. Lleva toda una vida en ese compromiso. Por algo le llaman el apóstol de los adolescentes.