Cuenta que un día, a sus 40 años, dejó el laboratorio farmacéutico para dedicarse a la divulgación de la astronomía. Tirando del hilo, un recuerdo: de niño, su abuelo le llevaba a mirar las estrellas. A Joan le fascinaban. No, su abuelo no le nombraba la Osa Mayor, pero le acostumbró a «levantar la cabeza y mirar el cielo». Y ya no ha dejado de hacerlo.