Los poetas, al igual que los artistas circenses, hacen malabarismos, pero sin pelotas, mazas, fuego o pañuelos. Los poetas utilizan las palabras y sus sonoridades para crear juegos e ilusiones que nos emocionan y nos hacen soñar. En la escuela, el hecho poético entra en las aulas y engancha a los niños y niñas desde muy pequeños. Bastan unas mínimas orientaciones para que se produzca un estallido de producciones escritas formidables.