El discurso educativo actual sobre evaluación está saturado de lugares comunes y de imprecisión conceptual, mientras la práctica evaluativa está anclada, en unos casos en el paradigma positivista (medida cuantitativa de resultados), y en otros casos, en prácticas valorativas que juzgan los “procesos” con toda la parcialidad que este estudio comporta al escindir a éstos del contexto, así como de los resultados. La apertura a una cultura evaluativa entendida como recurso interno de comunicación y desarrollo entre personas es lenta y exige convencimiento y dedicación. No obstante, la…