La educación es un rol tan fundamental del hombre, que casi todo el mundo se siente predestinado y se imagina de buen grado que un poco de talento y de entusiasmo bastan para asegurar un buen resultado. Ésta es una ilusión peligrosa: la acción educativa es compleja y la “gracia” o la convicción son sin duda necesarias, pero distan de ser suficientes. (…) El acto pedagógico debe estar orientado por unos objetivos tan precisos como sea posible, su resultado debe ser verificado y no puede concebirse ignorando las múltiples facetas de la situación de enseñanza y de aprendizaje.
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