Debido a su naturaleza, la educación es una actividad lenta. Los procesos educativos son morosos para que los aprendizajes formen parte de un recorrido que pasa por una multiplicidad de estadios y momentos. Aprender a leer y a escribir, aprender un oficio o a relacionarse con el resto de la humanidad son ejemplos de los diversos conocimientos que adquirimos y desarrollamos a lo largo de la vida, aprendizajes que precisan de períodos prolongados para consolidarse y, de esta manera, profundizar en ellos.