La noción de placer está ya indefectiblemente unida a la lectura. Nadie duda a estas alturas de que la experiencia de leer debe ser ante todo grata y deseable. Pero una cosa son los discursos y otra bien diferente las prácticas cotidianas. La realidad muestra las muy frecuentes contradicciones entre lo que se proclama y lo que se hace. No es infrecuente que la defensa del placer de leer surja en medio de ejercicios tediosos y forzados. El cada vez mejor conocimiento de cómo funciona el cerebro humano está permitiendo demostrar que el placer, que preserva y sostiene la vida, está en el orige…