El conflicto político podría despreciarse, como un caso más de la logomaquia a que nos tienen acostumbrados, si no se tratara de una grave confusión que amenaza con la negación de una dimensión esencial del Estado democrático.
Nos referimos a la “laicidad”, una palabra que hemos venido confundiendo con el laicismo de Estado. El término “laicidad” no figura siquiera en el Diccionario de la Real Academia. Esa carencia la hemos suplido con el adjetivo “laico”, cuyo contenido semántico es mucho más extenso. Antes los “laicos” en la Iglesia eran considerados como un estamento opuesto a…