¡Quién iba a pensar que con unas sencillas cajas de fruta los niños y niñas de 1 a 3 años podrían inventar más de una docena de juegos diferentes! Cuatro años de experiencia con ellas las han convertido en el material imprescindible del aula y, curso tras curso, veo «incrédula» y maravillada al mismo tiempo cómo las criaturas son capaces de inventar un nuevo juego, que en los grupos anteriores no había aparecido.