El encanto de liderar una escuela que aprende reside en la gracia de crear unos sólidos vínculos entre las personas que formamos parte de la comunidad educativa. Estos vínculos nos permiten organizar espacios, tiempos, actividades y dinámicas de trabajo compartido, buscando una corresponsabilidad educativa entre familias y educadores. El buen clima y la confianza mutua son elementos clave para tener una buena escuela que aprende.