Ante el planteamiento de problemas matemáticos en la clase de ciencias sociales, la reacción de los alumnos oscila entre la perplejidad y el rechazo abierto. Pasada la inicial sorpresa, se van aplicando a su resolución: algunos, con afán detectivesco, se esfuerzan en la investigación; otros, siguen sin poder cambiar el código, desconcertados. Al fin, aparecen las soluciones. El profesor, tan lego como sus alumnos, comprueba que sus escasos conocimientos no coinciden con los de su clase: unos no aciertan a resolver las más simples operaciones (las cuatro reglas); separados de su infal…