El reto de las comunidades educativas pasa por constituir espacios educativos abiertos al entorno social al tiempo que acogedores, respetuosos con la diversidad y libres de discriminación o segregación. Es imprescindible reconocer su potencial para albergar experiencias educativas que prevengan las expresiones de intolerancia que amenazan la integridad del ser humano, así como facilitar su configuración democrática y su autonomía.