Saber mirar los espacios exteriores de nuestras escuelas nos ayuda en el proceso de mejora y transformación de estos. Se trata de un caminar permanente sobre los deseos y las acciones de los niños y las niñas, sobre la autorreflexión acerca de quiénes somos nosotros en y para el lugar. En esencia, se trata de hablar en profundidad de educación para lograr en comunidad ofrecer a la infancia una escuela que refleje en su ética y estética el deseo de un mundo mejor.