La música es “país extranjero” al que se arriba casi siempre mediante insegura patera. Los músicos, en tanto que creadores, somos ilegales que vagamos sin títulos, academias ni manuales: metecos inmigrantes que habitamos musicalmente tierra extraña. Este escrito trata de las fronteras que tantos profesores, programadores, críticos y aficionados levantan tratando de poner puertas a un campo movedizo, fértil y ya mestizo. Lo pasión por la etiqueta, la gran mentira del academicismo no es sino miedo mal disimulado que busca falsear una realidad, la música, que inclasificable (como todo lo vivo)…