El autor de este artículo se declara «analfabeto musical», porque nunca siguió clases de formación reglada y ni siquiera aprobó la asignatura escolar de esta disciplina. Pero, a la vez, se presenta como músico autodidacta. A base de un ejercicio persistente de acción y reacción, aprendió a tocar la guitarra «de oído». Y fue desarrollando capacidades como la capacidad de improvisación, la flexibilidad musical o la libertad de conceptos.