Un buen formador sabe callar a tiempo. Con la experiencia, el autor de este capítulo ha podido comprobar que en aquellos programas formativos donde más ha callado mayor ha sido el nivel de aprendizaje conseguido. La razón es simple: se aprende pensando y no escuchando, se interioriza la reflexión propia y no la ajena, que tan solo sirve (y no es poco) como elemento provocador. En este capítulo se plantean algunos trucos genéricos centrados, esencialmente, en cómo iniciar las sesiones de formación.