El curso ha comenzado con una nueva ley, la tercera en quince años. Nuevamente cambios, papeleo, horas de burocracia y esfuerzos titánicos que se añaden a todo lo que ya supone ser maestra, maestro. Ninguna ley anterior había incluido en su redacción los plazos de su aplicación (disposición adicional quinta). Esta lo ha hecho concretándolo en un ritmo atolondrado que exige prisas. Con el agravante de que, hecho así, no se puede modificar el calendario impuesto sin volver a tramitar una ley orgánica que modifique aquella. Resultado: muchas horas de modificación de la documentación pedagógi…