La evaluación es importante para tomar conciencia de lo que hacemos, dando pie a reformular nuestra práctica y ajustarla a la realidad particular de cada momento y contexto. En este capítulo se aborda el bienestar del menor, de las educadoras, de las familias y de la comunidad como primera pregunta que debemos hacernos cuando evaluamos.
Asimismo, se vincula esta concepción a la innovación continua y a la transformación educativa, concretando para qué queremos evaluar.