Cuando un profesor se enfrenta a la apasionante y necesaria tarea de orientar su clase hacia la resolución de problemas, le suelen asaltar dudas de toda índole: ¿Problemas o ejercicios? ¿Qué tipo de problemas conviene presentar en clase? ¿Problemas o investigaciones? ¿Cubriré la mayoría de los contenidos matemáticos mediante la resolución de problemas? ¿Cómo se desarrolla la habilidad para resolver problemas? ¿Desde cuándo iniciar a los alumnos y las alumnas en la resolución de problemas? ¿Es conveniente dedicar un tiempo al estudio de estrategias, en orden a poder resolver…