Cuando empezó todo, a principios de marzo, inmediatamente quedó claro que quien iba a pagar el precio más alto por esta pandemia serían viejos y niños. Los viejos estaban condenados a morir, mientras que los niños y las niñas sufrirían por la dificultad de comprender y aceptar una situación tan ajena a ellos como es un confinamiento total y prolongado. Entonces, claro está, se hizo un llamamiento a los psicólogos para dieran consejos a madres y padres; y a los pedagogos para que hicieran lo mismo con maestras y maestros. …