Ampliar el corpus más allá de las fronteras nacionales, seleccionar de entre «los grandes libros» los adecuados a cada contexto, acompañar su lectura en las aulas, renunciar al enciclopedismo historicista sin renunciar a la historia y poner el acento en el desarrollo de las habilidades de interpretación son algunos de los caminos para seguir defendiendo la necesidad de leer a los clásicos en la secundaria obligatoria.