La educación emocional tiene grandes propósitos a largo plazo: la acción, pues, ha de ser firme, persistente, transversal y comprensiva. Rafel Bisquerra propone tres fases de trabajo: sensibilización, formación e implantación de programas. El “circle time” o las clásicas asambleas, el “mindfulness”, los gimnasios emocionales, la práctica de reestructuración cognitiva o los “role playing” son propuestas que deben formar parte de un plan generalizado, intencional y sistemático.