La escuela no sólo es lugar de aprendizaje para los niños y las niñas, también lo es para los adultos que trabajan en ella. Es bueno todo aquello que genera debate pedagógico –ya sea en el claustro, en los pasillos o a la hora del café– y que comporta un ambiente de profesionalización de este oficio. Este artículo no sería posible sin haber trabajado rodeado de muchos maestros y maestras con ganas de compartir sus vivencias en la escuela La Llacuna del Poblenou (Barcelona).