Repensar la ciudad, quererla de manera diferente, adecuada a todos, incluidos los niños y niñas, es una necesidad urgente; no para volver atrás, no para esperar un retorno al clima romántico del pueblo o del vecindario de hace cuarenta o cincuenta años, sino para prepararse en favor de un futuro diferente que no esté bajo el control exclusivo de la producción comercial, dominado por los automóviles o un imparable desarrollo de los servicios. Tal y como defiende este capítulo, se trata de pensar en una ciudad más ágil, más sencilla, en la que todos sus habitantes cuenten más.…