«Hacer el turista» es algo que practicamos en ocasiones, pero que nos afecta muy especialmente en los periodos de vacaciones. Las rutinas del turista suponen, entre otros desaguisados, empacharse de museos y de monumentos, llevar un ritmo trepidante para aprovechar la estancia o, peor aún, intentar documentar con imágenes la actividad realizada, para poder justificar después que «estuvimos allí».