Aunque el concepto y las prácticas de animación a la lectura estuvieron desde el principio rodeados de escepticismo, e incluso desdén, la verdad es que en España, y no sólo en nuestro país, descollaron más las ilusiones de quienes la estimaban como una oportunidad de cambiar la pedagogía de la lectura que las reprobaciones o las burlas. Cuando el tiempo fue demostrando que los resultados no se ajustaban ni a las expectativas ni a los esfuerzos empleados, cundieron los desalientos. Pero tan irrazonables pueden resultar las desmesuradas esperanzas con los desánimos extremos. Es preciso determ…