Un huerto escolar puede resultar una experiencia fascinante para los niños que lo trabajan y se apropian de él. Y, también, de rebote, puede crear complicidades familiares magníficas. Es el “arte de educar”.
Un huerto escolar puede resultar una experiencia fascinante para los niños que lo trabajan y se apropian de él. Y, también, de rebote, puede crear complicidades familiares magníficas. Es el “arte de educar”.