El demonio, que nunca descansa, despechado por tanta felicidad en la Tierra, llamó en su ayuda a la lujuria de los políticos, la soberbia de los tecnócratas, la avaricia de los catedráticos, la gula de los músicos, la pereza de los funcionarios… y consiguió que no se hablara más de ello por los siglos de los siglos. Pero, estando el santo Ángel de Aralar en Pamplona, nos llegó una voz de allí que decía: “Contad aquello” y, a pesar del tiempo transcurrido, intentaremos hacerlo.
Consideraciones previas
Se entenderá por todo ello que la historia que queremos contar cueste…