Cuando la escuela ha de afrontar la enfermedad, crónica, aguda o de riesgo vital de alguno de sus niños o niñas, se crea una incertidumbre en las maestras, los compañeros y compañeras de curso y el claustro. Partimos de la premisa de que la escolarización es beneficiosa para el niño o la niña y para las familias, en tanto que favorece la adaptación física y emocional de la enfermedad y una oportunidad para trabajar en el aula la empatía y el apoyo entre iguales.